domingo, octubre 1

ARTEFACTO

Edita: Grupo Artefacto
Murcia, 1998.
3 números.
Tamaño Nº 1-2: 30 x 21 cm. /  Nº 3: 26 x 17 cm.
Imprenta. Interior B/N y portada bicolor.
Número páginas: Nº 1: 24. Nº 2-3: 32.
Encuadernado con grapa.
PVP: 150 pts.
Tirada: 150 ejemplares.
Periodicidad bimestral.
Imprenta: Gráficas Torre Pacheco S.L.




Realizado por un grupo de siete colaboradores: Alberto Baeza García (Alberto B. G.), Antonio J. Fernández Riquelme, Daniel Torres Morales (Dani T. M.), Francisco A. Hernández Guillamón, Miguel Ángel Jiménez Sánchez (Migué), Miguel Cruz Montalbán (Kens) y Sergio Ros Pérez (Sergio R.). Todos ellos estudiantes, en aquel momento, de la Escuela de Artes y Oficios de Murcia, con algún excepcional colaborador, en cada número, como Raquel Riquelme (R. R. Merlán), Emilio Gallego, Pilar Pardo, Sergio Iglesias, Carmela Castellano, Santiago Saura o Antonio Guillén, quienes prodigaban sus inquietudes en este lujoso fanzine enfocado, exclusivamente, al humor. Textos surrealistas, con mucho humor, complementaban el contenido del producto.





Para un número final del fanzine Pasaba Por Aquí, editado por el colectivo Quomic, se les pidió a diversos faneditores o autores, que estuvieron involucrados en la creación o realización de algun fanzine murciano, un texto con sus impresiones de la publicación o las problemáticas contra las que se enfrentaron. Dicho número, hubiera sido el 30, no llegó a ver la luz, pero, como no podían quedarse inéditos aquellos testimonios, aquí va el realizado por Sergio López, editor de títulos como    Beto (1998). Nunca lo conseguiré (2000) o Dímelo con hercios (2001), quién, también, colaboró en Artefacto.




Artefacto. Sergio Ros

En mis tiempos de estudiante en la Escuela de Arte de Murcia, cuando la mili se hacía con tirachinas de boca de botella y globo, decidimos entre unos cuantos compañeros de clase editar un fancine de humor. Cómo no, empezamos a tener reuniones en el bar de turno para ver de qué “carallu” íbamos a escribir y, sobre todo, dibujar, ya que lo que queríamos era mostrar al mundo nuestras dotes artísticas.

Lo primero de lo que se habló fue cómo íbamos a editarlo. En un principio teníamos la intención de hacer fotocopias, pero como estuve el verano anterior trabajando en la imprenta de mi pueblo, dije que por qué no preguntaba lo que nos podía costar una impresión en offset y como en todo grupo siempre hay pesimistas se oían voces de -¡nooooooooooo! es muy caro, estás loco-, de todas formas yo seguí en mis trece y fui a la imprenta a ver a mi antiguo jefe, cosa que no me hacía demasiada gracia, le pedí presupuesto para cincuenta ejemplares (veinticuatro paginas, A-4, portada a dos tintas, interior a una tinta y llevando el diseño nosotros) de nuestro maravilloso fancine, con lo que se desató una gran carcajada por su parte, me dijo que con cincuenta ejemplares la máquina ni se calentaba, así que le pedí presupuesto para ciento cincuenta y cuál fue mi sorpresa cuando nos dijo que nos costaría 18.000 pesetas siempre y cuando en la contraportada fuera la publicidad de la imprenta, por supuesto yo le dije que por mí como si quería poner una foto suya en bolas.

Al día siguiente fui a clase a contar la maravillosa noticia a mis compañeros fancinerosos, la sorpresa y la alegría que les invadió  fue tan grande como la mía y puesto que éramos siete mozalbetes, (ninguna mozalbeta, ¡qué pena!) tocábamos a poco más de dos mil pelillas. Sólo faltaba ponerse a currar y repartir tareas, cosa que fue bastante fácil ya que cada uno dijo que iba a hacer lo que le diera la gana. La única condición era que en cada número había que ajustarse
a un tema propuesto por  todos y que cada uno debería hacer lo posible por buscar publicidad, condición indispensable para editar un fancine, sobre todo si no tienes ni esas dos mil pelillas de
las que hablaba antes. Un consejo para buscar publicidad, embauca a tu padre, a tu primo, a tu tío, al vecino, al final son ellos los que lo pagan.

Una vez aprobado el tema, nos dimos un tiempo de dos semanas para tener cada uno sus páginas resueltas y, cómo no, esas dos semanas se convirtieron en mes y medio.

Ya con todas las páginas, (textos, dibujos, publicidad) encima de la mesa, nos volvimos a reunir en casa de un colaborador que tenía ordenador para maquetar y diseñar el fancine. Después de las típicas desavenencias de criterio llegamos a un consenso y ya teníamos  nuestro fancine presto para llevarlo a imprenta.

Otro punto importante del que se me ha olvidado hablar fue el de ponerle precio, como en principio no queríamos hacernos ricos, sino sólo famosos, decidimos cubrir gastos y ponerlo a ciento cincuenta pesetas, precio de risa teniendo en cuenta que iba a ser impreso en offset.

Cogí todo el material y me dirigí a la imprenta. Me dijeron que en una semana estaría preparado, me pasé a la semana y media y cuál fue mi sorpresa cuando vi que el material que llevé estaba exactamente en el mismo lugar donde lo había dejado. Me comunicaron que tenían mucho trabajo y que no se habían podido poner con él , así que decidí coger el toro por los cuernos y me puse
a currarmelo yo. Como ya había trabajado allí sabía como iba un poco todo, filmé fotolitos, monté películas, emulsioné y procesé planchas, casé y doble páginas, grapé y guillotiné. Normalmente este trabajo te lo dan todo hecho, pero como nosotros teníamos prisa tuve que hacer de imprentero.

Había nacido el súper fancine más maravilloso, bonito y original que nunca antes había visto la luz, al menos eso pensábamos nosotros. Qué queréis, no hay nada más bonito para un padre que su hijo.
Sólo nos quedaba el tema de la venta y distribución, el cual resolvimos vendiéndolo en clase a nuestros compañeros y dejándolo en tiendas especializadas de Murcia y Cartagena.

Deciros que el fancine duró tres logrados números y por diversos motivos terminó muriendo, pero tranquilos no sufrió.


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