lunes, junio 26

MANUEL NOALES COLLADO


Los tesoros los encuentras cuando no los buscas. A Noales Collado (Cartagena 1925 – 2014) lo conocí buscando interés o posible pasado de un señor jubilado que escribía artículos en revistas locales y hacía algún dibujo de pulso, ya, poco firme. Existía en internet alguna referencia a un tal Noales o Manuel Collado, pero sin llegar a nada claro ni profundidades informativas. Tras varias pesquisas lo localicé en su retiro de La Puebla, diputación cartagenera, donde vivía tras toda una vida en Alemania. Era Noviembre de 2007 y allí le hice una entrevista que reproduzco literalmente en primera persona:



Nací en la calle San Martín de Cartagena. A diferencia de los demás niños nunca leí tebeos no me interesaban. En el colegio de San Miguel, cuando me ponían un dictado, aprovechaba para ilustrarlo como una monja de rodillas rezándole al señor en la cruz, lo que me granjeó la simpatía de las monjas que decían “que muchacho tan simpático, no es muy listo pero pinta muy bien”


Uno de mis primeros problemas con los dibujos fue cuando, un día que había una reunión en mi casa, con mis padres y tías, hice un dibujo de Adán y Eva pero sin hojas y aquello fue un escándalo.
Siempre he sido un autodidacta, no he tenido referencias de otros dibujantes a la hora de crear, aunque conocí al gran Emilio Freixas, un gran dibujante pero que era un esclavo de su trabajo. Se ponía en la mesa de dibujo de sol a sombra sin parar un día tras otro. Eso no es lo que yo quería.
Tras aprobar una oposición comencé a trabajar en el Banco Hispanoamericano (luego Central Hispano Santander). Mi tío era director del banco, cuando hice la oposición éramos una veintena, se acercó uno de los controladores del examen que me preguntó si, por mi apellido, era pariente del director. Yo le comenté que era mi tío. Tras pasar la prueba, el mismo hombre se me acercó y me preguntó si mi tío conocía el hecho de que me presentara al examen y yo le respondí afirmativamente, a pesar de no ser cierto y de que mi tío no creía que sirviera para trabajar en un banco porque me tenía por persona inquieta con ganas de recorrer mundo. Y no estaba equivocado.
A los cuatro días me trasladé a una sucursal de Valencia y poco después a otra de Madrid. Y allí cambié de oficio. Me pasaba la mayor parte del tiempo en el banco dibujando lo que favorecía para que mi jefe me llamara reiteradamente la atención. Me aburría y cansado de tantas “broncas” pedí la cuenta.
Desde siempre se me había dado bastante bien dibujar y aproveche mis dotes para entrar en una empresa como delineante, que hacia instalaciones telefónicas por todo el mundo, entre otras cosas porque ganaba más.


Era un trabajo muy aburrido. Nos daban un plazo de ejecución para cada proyecto. Yo lo hacía en la mitad de tiempo y aprovechaba para, el resto del tiempo, pintar monigotes. Un día vino el jefe y me pillo dibujando. Me recriminó que hiciera aquello y que debía entregar el trabajo una vez acabado para seguir con otro proyecto. Yo le contesté que eran los controladores de trabajos los que estipulaban los tiempos y yo era más rápido. No pasó nada y seguí con mi ritmo.




Un día escribí a Walt Disney en América para intentar trabajar en lo que me gustaba, pero recibí una amable carta de esa empresa agradeciendo mi interés pero sin más resultados. Como digo siempre he sido muy inquieto y cambie de nuevo de empresa, en esta ocasión para Pegaso, también de delineante.




Me acerque un día por la Editorial Bruguera y, aunque no les interesaron mis dibujos, vi que también publicaban novela rosa. Yo les dije que era capaz de hacer novelitas de aquellas y con el seudónimo Juan Manuel Infantes me publicaron tres o cuatro en la colección ‘Rosaura’. Una de ellas recuerdo que se titulaba ‘Entre dos amores’, pero pagaban muy poco y lo dejé.



Mis primeros dibujos los lleve a la redacción de Flechas y Pelayos en 1947. Al encargado de aquello le gustaron y me lo publicaron. La intención de publicar en una revista no era, inicialmente, para vivir sino por la ilusión de dibujar y ver impreso mi trabajo. Pagaban muy mal pero yo estaba encantado. Cada semana les llevaba una historieta. Esto duró unos tres años todo el tiempo que estuve en Madrid.
Luego, durante un par de años, me dedique a vender libros de una empresa de Barcelona y recorrí diversas zonas de la geografía española. Durante ese mismo tiempo estuve colaborando con el diario madrileño Informaciones, así como con la revista Suplemento Infantil.



Tras esto marché a Francia, concretamente París, y allí conseguí un trabajo de traducción de historietas francesas en una editorial sudamericana que tenía sede allí para luego publicarlas en aquel continente. Pero este trabajo no era continuo porque a veces no había páginas para traducir lo que me suponía un problema porque no tenía dinero y pasaba hambre.
Un día estaba sentado en una cafetería cerca de Notre Dame tomándome un café con leche, mi presupuesto no me daba para más, en eso se acercó un soldado negro americano, le invité a acompañarme y empezó a hablarme en inglés. Yo no me enteraba de nada pero como supuse que necesitaba conversar con alguien yo asentía continuamente. En un determinado momento llegó el camarero le preguntó algo y, al poco, regresó con unos platos de filete con patatas fritas a las que invitaba el soldado. El curioso azar que es la vida.


Lo intenté en la escuela Berlitz, ofreciéndome como profesor de español, pero me rechazaron porque, después de la guerra, habían llegado todos los comunistas y exiliados y había saturación de españoles. No obstante me indicaron que probara en escuelas alemanas que estaban demandando españoles para impartir idioma. Escribí a varias direcciones que me ofrecieron y me contestó una para que me incorporara inmediatamente resolviéndome todos los gastos y problemas de traslado, así como vivienda. Allí conocí a la que sería mi mujer.
Las clases eran muy agradables, especialmente en las de los alumnos de niveles más avanzados, tal era así que en los pocos días de sol salíamos al jardín para realizar la clase. Cómo siempre estaba realizando dibujos, los alumnos me pedían que les hiciera uno para ellos o alguna caricatura.


Sería en 1956, empecé a colaborar en una pequeña empresa de animación, Fischerkoesen Film Studio, como yo todavía no me defendía bien en alemán me comunicaba con dibujos lo que le gusto al empresario. Se hacían pequeñas películas publicitarias para que otras empresas promocionaran sus productos. Desgraciadamente me pagaban muy mal, menos que a los compañeros alemanes y decidí dejarlo.



Con la llegada de hordas de españoles emigrantes en busca de trabajo me dediqué a servir de traductor entre empresa y obreros. En un momento determinado decidí volver a España e incorporarme al mismo banco, pero con más experiencia y conocedor de idiomas (francés y alemán). Como dejé el banco siendo auxiliar administrativo, querían que me reincorporara en esa categoría, a lo que les dije que no podía ser menos de oficial 1ª pero ellos no lo aceptaron. Así que regresé a Alemania.


En 1957, siempre con ese gusanillo de dibujar, conocí una interesante revista mensual Radmarkt dedicada al mundo de la bicicleta y me presenté en la redacción para ofrecer mis servicios. Comencé a realizar ilustraciones sueltas y poco después me pedían varios dibujos semanalmente y viñetas humorísticas.
Un año después inicié otra colaboración con Wesfalen Blatt un periódico diario al que hacía de vez en cuando un dibujo.



La última revista en la que deje mi obra fue Siete fechas, en1962, era una publicación financiada por el gobierno español con destino a los obreros españoles que trabajaban en los distintos países europeos. Se imprimía en la ciudad de Colonia, donde estaba la redacción, y se distribuía desde allí, eso sí, totalmente en castellano. Como yo les hacia dibujos periódicamente, un día me pidieron que trabajara con ellos, cosa que me pareció interesante, porque era una publicación muy importante, así que finalicé mis funciones en el colegio. Aquí no solo dibujaba, también escribía artículos.


La revista duró hasta la muerte del general Franco, en 1975, la financiación se cortó y toda la redacción regreso a España. Después no volví a dibujar en ningún otro sitio. Lo único que hice fueron algunos artículos para el diario madrileño Arriba que enviaba desde Alemania sobre el país y la situación de los trabajadores.
Los alemanes son gente muy trabajadora y recta pero falta del sentido de humor español.


Aunque dibujar es algo que me da una gran satisfacción nunca he intentado hacer arte ni un trabajo para que se me recuerde por él. Por ese motivo mis ilustraciones y chistes los he firmado con infinidad de nombres como Noales, Juanico, Alfredo, Pe, M, Mano, Pepe, etc.



Pocos años después de morir mí mujer decidí volver a España y le dejé el piso a un ahijado porque yo no he tenido hijos. Me establecí en la diputación cartagenera de La Puebla y mi tremenda inquietud vital me lleva a seguir publicando artículos en la revista bimestral El Veterano boletín del centro de personas mayores.




Aunque recibí alguna carta de Noales contándome algún nuevo dato y ofreciéndome una foto suya tomada años atrás en Alemania y tuvimos varias conversaciones telefónicas, nunca volví a verle.

4 comentarios:

  1. Muchas gracias por publicar al hombre que conozco como mi “abuelo de corazón” porque desgraciadamente la sangre no nos une, solo nos unen 15 años que viví a su lado desde el día que nací (día y noche) y casi 5 años en mi memoria y un amor eterno. Fue más que un buen pintor y escritor, fue la mejor persona que he podido conocer. Y murió a finales de 2013. La noche del 24 de diciembre. Recuerdo el día que vino a nuestra casa a entrevisarle.

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  2. Hola Thalia, perdona que te conteste tan tarde, pero hace unos meses que no me meto en el blog. Te agradezco profundamente tu interés y tus palabras. Una lástima que conociera a Manuel en sus últimos años, me pareció un gran hombre y un buen dibujante. Espero que conserves sus trabajos y fotografías que son un recuerdo para ti y un gran documento para el mundo del cómic al que él dio una pequeña parte de su vida. Un abrazo.

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  3. Señor Olivares,creo que usted no está bien informado con lo ocurrido después del fallecimiento de mi esposo Manuel Noales el 24 de diciembre del 2013, ni la casa fue alquilada ni sus pertenencias y su obra fue destruida,espero que se retracte con lo aquí escrito,si no respondí antes a su artículo fue por la tristeza y desolación que ha dejado su partida,mi esposo fue mucho más que esto que usted a escrito ,le agradezco profundamente el trato que ha tenido aquí con mi niña.

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    1. Disculpe el error en mi texto que ya esta eliminado. Es lo que me contaron las personas con las que hable en su casa. Lamento, igualmente, la tardanza en contestar su réplica, pero, el sistema, no me aviso de su mensaje y lo he visualizado ahora, sí, con un año de retraso. Espero que me perdone por mis errores y que, la memoria y trabajos de Manuel, sigan protegidas y queridas de igual forma que su cariño por el mundo. Un saludo

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