BYPUCHE
Edita: José Miguel Puche Díaz
Yecla, 1997.
3 números.
Formato: 21 x 15 cm.
Fotocopia B/N.
Número páginas: Nº 2: 80
Encuadernado con grapa.
PVP Nº 1: 150 pts. Nº 2: 150 pts. / 0’90€
El editor y autor de este fanzine se guisaba y se comía todo
el espacio con historietas, de mayor y menor extensión, dibujos, chistes y
bocetos, de las más diversas temáticas. En las páginas centrales se anexaban
pósters desplegables.
NOTA: No dispongo de ejemplares de los números 1 y 3, si
alguien tiene la buena voluntad de escanear portadas y remitírmelos le estaría
agradecido.
Para el nunca editado número 30 del fanzine Pasaba Por Aquí,
monográfico de publicaciones y faneditores murcianos, Puche Diaz realizó un
texto donde comentaba génesis e idiosincrasia de su publicación. Por su valor
testimonial lo rescato a continuación.
Bypuche
“Ante todo, saludos estimado lector. Me presento: soy
Elpuche, aunque la mayoría de la gente no me llama, cosa que en ningún caso es
reprochable sino absolutamente comprensible, pero no estoy aquí para hacer
valoraciones sobre las virtudes y defectos acerca de mi persona.
Escribo estas líneas porque el responsable de este tinglao,
me pidió que escribiese unas líneas acerca de problemas y anécdotas a las que
hubiera tenido que enfrentarme a la hora de realizar mis fanzines (unas cuantas
hojas lamentablemente fotocopiadas y grapadas que ninguna persona en su sano
juicio debería comprarse, pero hay gente “pa to”). Considero que no tengo nada
importante que decir acerca del tema, pero como el hablar de cosas irrelevantes
es una de mis especialidades, allá voy:
Supongo que la decisión de realizar un fanzine viene
relacionada con ciertas tendencias exhibicionistas, porque al fin y al cabo, a
los dibujantes (y que me perdonen por autoincluirme dentro del gremio) nos
gusta enseñarlo todo, que la gente lo vea y si es posible, lo elogie (para las
mentes más perversas aclaro que estoy hablando de dibujos, atajo de cochinos).
Es uno de los pasos más importantes en la vida de todos
aquellos que, para disgusto de sus progenitores, deciden emplear su tiempo
libre en garabatear monigotes. Esta decisión sólo es comparable con la de tomar
la leche con café o cacao. Supondrá, como ya he dicho, un cambio radical en la
vida de estos engendros, ya que implica que propios y extraños conozcan su
obra, obra que al fin y al cabo no es otra cosa que la plasmación en un
papelote de las oscuras y ocultas obsesiones, perversiones y demás
desequilibrios mentales que vagan chocándose entre si por tu pútrida mente de
dibujante buscando una vía por la que escapar cagando leches.
Suele pasar que después de la publicación del fanzine en
cuestión, la gente decida mantener una prudencial distancia y que las
esporádicas miradas de curiosidad que algunos te dirigían preguntándose si eras
un bicho raro se conviertan ahora en una constante, y que la curiosidad de la
mirada se torne ahora en recelo y/o asco. Al menos habrás contestado a su
pregunta.
La pérdida de popularidad social, que en la mayoría de los
casos ya era bastante triste, por lo que no resulta traumática en exceso, se ve
compensada con las alegrías y risas que provocas con tu obra:
las primeras risas son las de la imprenta de tu calle al ver
la ridícula cantidad de dinero con la que pretendías que ellos te hicieran el
fanzine;
las segundas risas se producen en la imprenta también cuando
tú, ingenuamente, preguntas si sería posible algún tipo de descuento;
las terceras risas son las de los comercios a los que acudes
con tu mejor repertorio de frases aduladoras y una cara de buena persona
concienzudamente practicada con horas y horas frente al espejo, en busca de que
te patrocinen el fanzine, cosa que no ocurre, sólo te llevas unas palmaditas de
ánimo, algún trocito de chistorra con pan de ayer e irónicos “más suerte en la
próxima tienda”;
las cuartas risas son las de las librerías en las que
intentas que te vendan el fanzine que has sacado adelante malamente con
fotocopias cutres (aunque baratas), o a base de calca y lápiz afilado en los
casos más extremos, y que son poco proclives a la cooperación ya que “ellos son
un establecimiento serio y no venden cosas de esas”;
por último, también provocas la algarabía general cuando vas
a reclamar el dinero que te pertenece de las inexplicables ventas del fanzine en
las librerías que tras muchos lloriqueos te cedieron un mínimo espacio en el
rincón más oscuro de sus estanterías. Frases habituales en este momento :”¿qué
es un fanzine? ¿quién eres? ¿a qué huelen las cosas que no huelen?”.
Siempre quedarán los amigos de toda la vida, aquellos a los
que, tras someterles a un concienzuda extorsión, te compran de buena gana tus
cómics, dándote atentos recuerdos para tus muertos y familia cercana.
Pues nada, no tengo nada más que decir, aunque creo que
tampoco he dicho nada, pero ya dije que era un experto en no decir nada
(¿...?).
A todos los que crean que he adoptado un postura victimista
a lo largo de todo este escrito para dar lástima, que la gente se apiade de mí
y compren por caridad mis fanzines venideros, tengo que decirles que están en
lo cierto, así que espero que os rasquéis el bolsillo y hacerme insultantemente
rico a costa vuestra.
Hasta la próxima.”
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